He leído en antiguos libros de Alquimia, que si te frotas las manos con el, desaparecen en unas horas, heridas y arrugas, y notas como una pequeña capa de grasa cubre tu piel. Algunos alquimistas lo recogían fregando los suelos de los prados y luego los embotellaban para conservarlo y usarlo en sus procesos curativos.
Ultima mente, no he visto a don Conejo,¿ Habrá cambiado de madriguera?, ¿Sé habrá mudado?.
Hoy he sacado mi bolsa de retales y sentada en el porche de madera, sobre mi vieja y sonora mecedora, he cosido un cojín blanco a rallas azules. Tengo una pila de retales fantástica, quizá durante el verano pueda coser una colcha o hacer coloridos cojines.
Tengo una pila de libros esperando ser leídos, habrá tiempo para todo.
La noche del veintitrés, es una noche especial en el bosque, la noche de San Juan, la noche para contactar con los elementales y pedir su protección para todo el año, los recibiremos enciendo amorosas velas, aromáticos inciensos, quemaremos malos recuerdos en la lumbre y bailaremos seguro a ritmo de flautilla y violín alrededor del fuego.
Estoy recortando hierbabuena y menta para secarla y poder mezclarla con el delicioso y refrescante té verde de verano.
Son tantas las hierbas que surgen ahora a la orilla del río, que casi no me da tiempo a recolectar, secar y guardar.
Recojo guijarros y cantos rodados del rió, los pinto y los convierto en Runas, lleno tarros de cristal, los coloco alrededor de mis macetas, poseen toda la fuerza y la energía de la tierra y el río y se la devuelven a aquel que las posee.
Don Conejo posando una mañana |
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