Siempre vuelvo diciendo que no voy a tardar tanto en escapar de la rutina de trabajo, pueblo, coches,cumpleaños de niños en parques de bolas, tiendas de marcas, supermercados a rebosar, olor a químico que desprende la fábrica cercana al pueblo, coches todo el día arriba y abajo, conversaciones sobre.... lo que " me he comprado¡¡, le voy a comprar a mi hija, se ha comprado la vecina Felisa,..........¿ y tu no te pones esto o lo otro..?...... Han bastado cuatro días, sólo cuatro, para perder el cansancio, la apatía, la ansiedad, y esa mezcla de pereza y hastío que me invade de vez en cuando.. Si tuviera que explicar los mágicos momentos que me invadían estando en la cabaña, como una Robinsona en una isla, en medio de un bosque plagado de habitantes sonoros, que de vez en cuando se dejaban ver regalándome un vuelo o una carrera rápida y fugaz. He hecho mi lista de momentos valiosos, para no olvidarlos en mucho tiempo, para saborearlos como se saborea un pensamiento que contiene olores o sabores que en otros momentos atravesaron nuestros sentidos.........................................................................................................
El sonido del viento entre los árboles, el ruido de las piñas cayendo al suelo, el olor a tierra mojada después de la lluvia, el caño de las fuentes, un ciervo que atraviesa la carretera y corre escondiéndose en el bosque, las ranas croando en la charca, el vuelo de las libélulas color turquesa en pareja sobre la charca, los pájaros acompañándonos a la carrera por la rústica carretera que atraviesa los páramos, caminos de ribera, veredas de chopos, las casas del pueblo, las calles empedradas, los viejos y viejas del lugar sentados al sol, nubes de algodón flotando sobre un cielo azul, las risas de mis hijos balanceándose en los columpios, los grillos en coro nocturno, el sol atravesando las ramas de los árboles y bañando mi cuerpo al amanecer....................
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